domingo, 6 de junio de 2010

Unos días con Tomás. cap.1

Vergonzosas gotas de agua dan paso a una cortinilla húmeda en la ciudad que no logra ahuyentar el sofocante calor. Harto del insomnio, Tomás se levanta de la cama y se dirige a la cocina a por agua. Todas las botellas están vacías! ni tan sólo unas míseras gotas en alguna de ellas... Le viene a la mente esa chica larguirucha del centro comercial ofreciéndole un "magistral" aparato capaz de quitar las impurezas del agua corriente e incluso ese sabor insalubre, y él respondiendo que cree que son sandeces y que prefiere seguir comprando el agua embotellada ya que quién debe mejorar la calidad del agua no es el ususario a su parecer.
Abocado por la sed desesperante ( curisoso el cerebro humano que provoca más sed cuando se sabe que no hay nada que beber) Tomás coge un vaso y lo pone bajo el roído grifo para llenarlo de lo que parecen los últimos restos de la ciudad. Bebe ansiosamente ese líquido, lo encuentra agrio, con un regusto a cañería repulsivo, le provoca incluso alguna arcada y sus facciones quedan contraidas en un gesto de asco perenne.
Sigue teniendo una sed insaciable pero botellas y cañerías están vacías, entonces recuerda la leve lluvia y decide sacar el vaso por la pequeña ventana de su reducido piso para llenarlo. El brazo empieza a darle calambre y decide beber lo poco que ha conseguido, no sin ver de reojo el tono cobrizo que no es del vaso. Tiene un gusto asqueroso, es barro!!
El tema se complica, aumenta el nerviosismo, necesita beber, pero beber cantidad para no sentir esa agonía, ¿qué hacer?